Un pedacito de luna

 

Foto de un atardecer en la playa con la luna llena. El cielo tiene tonos azules y morados.

Oye, no vas a creer lo que pasó hoy. Prepárate, porque aquí viene una serie de audios muy largos. Te toca aguantar mi podcast esta vez.

            Bueno, la verdad es que ni yo me lo esperaba esta vez. El día iba normal, ¿sabes? Empezó como siempre: me desperté antes de que sonara mi alarma, pero me quedé en cama por un rato más hasta que tuve que aceptar lo inevitable: debía salir para enfrentarme a mi día a día. Lo demás ya lo sabes: trabajo, las clases con los niños, el curso de artes, la hora de la comida… Lo de todos los días. Y, como todos los días, más o menos alrededor de las seis de la tarde tomé la correa de Maki para sacarla a pasear.

            ¿Recuerdas que el mes pasado descubrí un sitio a las afueras del pueblo? Es perfecto para llevarla y dejarla correr libre entre los pastizales. Otras veces he ido y resulta que más personas suelen llevar a sus perros a pasear ahí, así que a veces Maki juega con otros perros; otras veces la llevo un poco más temprano esperando no encontrar a nadie más para que pueda ser un paseo tranquilo, ya sabes cómo es Maki que se emociona siempre que ve más personas o perros.

            En fin, hoy la llevé alrededor de las seis de la tarde. Es la hora que más me gusta porque el sol comienza a bajar y el pastizal se ve mucho más bonito. Solo imagínalo: el sol bajando por el horizonte, de manera que la luz cambia el color del cielo y lo tinta de tonos naranjas y rojizos de un lado, mientras del otro se ve un hermoso degradado de morado. En esa parte que permanece en un azul que oscurece poco a poco, suelo ver las primeras estrellas y la luna.

            Con los últimos días, comencé a prestarle más atención a la luna, tratando de aprender a calcular su ciclo. No lo sé, supongo que me llamó la atención y siempre es un buen detalle para tener en cuenta, quizás algún día sea útil, ¿no? Pues bien, según mis cálculos basados puramente en observaciones, hoy debería ver la luna llena. ¡La vi! ¡Te juro que la vi! Fue apenas un momento, justo cuando el sol y la luna se encuentran al mismo tiempo en el cielo. Me parecía tan lindo al pensar en todas esas historias llenas de fantasía que hablaban sobre cómo ambos astros eran amantes que podían encontrarse todos los días y bailar en el cielo, pero mis pensamientos no se distrajeron con la idea.

            Bajé la mirada para buscar a Maki, pude ver el brincoteo de sus orejas cafés entre la hierba que, para ese momento, parecía resplandecer en oro. Creo que hace unos días te envié unas fotos de Maki corriendo en medio del pastizal, ¿no? Bueno, si no es así, te las enviaré más tarde de todos modos. Quizás deberías venir y pasear con nosotras un día, sabes que Maki te ama siempre que te ve.

            Caminé un poco por el sendero que ya marcaban las personas desde antes, porque como te dije, yo no era la única que solía pasear por ahí. Miré la hora en mi celular y alcé de nuevo la vista al cielo, pero ya no estaba la luna. Pensé que tal vez giré sin darme cuenta o perdí el sentido de la ubicación, pero el sol seguía en su camino de despedida a mis espaldas, y esta vez no había rastro de la luna. ¡Te juro que la vi! ¡Y de repente ya no estaba! Llevaba toda la semana observando su crecimiento, la manera en que el cuarto creciente aumentaba su tamaño para alcanzar ese círculo blanco perfecto. Sé que no me equivoqué, no había manera.

            Entonces Maki ladró. Un ladrido potente que me hizo buscarla de inmediato. La llamé y ladró de nuevo, comencé a acercarme a ella sin dejar de ver a mi alrededor. Podría haber llegado alguien más con su mascota, no sería la primera vez, algunos perros ya son amigos recurrentes de los juegos y paseos de Maki, he hablado un poco con sus dueños, pero no había nadie.

            Maki ladró una tercera vez y de pronto echó a correr. Comencé a llamarla más y más fuerte, pero tan solo la vi alejarse mientras seguía ladrando. Como solo me importaba que estuviera bien, no me quedó de otra que correr detrás de ella. Debía tener cuidado porque las altas hierbas no me dejan ver bien las irregularidades del piso usualmente, pero no podía dejarla ir y perderse, me negaba a ello.

            Maldije interiormente que Maki corriera tan rápido y que mi condición física fuera tan lamentable, porque apenas correr unos metros, sentí que comenzó a faltarme el aire. Quizás considere empezar a trotar por las mañanas después de hoy o algo así, no lo sé.

            La verdad es que la desesperación comenzó a ganar terreno mientras intentaba seguir a Maki, que no dejaba de ladrar y moverse de un lado a otro, como si persiguiera algo. ¿Qué demonios vio esta perra loca? Sencillo: un conejo.

            Tuve que detenerme a recuperar el aliento. Me apoyé en las rodillas e intenté no perder el rastro de Maki, quien corría a mi alrededor casi como si hiciera un círculo, aunque eso no lo noté en el momento. La llamé una vez más, no sabía cómo hacer que volviera a mí, así que me tiré sobre la hierba mientras más estrellas aparecían en el cielo nocturno; apenas quedaba un vistazo del sol en el horizonte, de un naranja más bien pálido en ese momento.

            Pensé que iba a perderla, o podría confiar en ella y que volviera a mí cuando se cansara, lo que sucediera primero. ¡Ah, sí! ¿Cómo supe que estaba persiguiendo a un conejo? Porque antes de que me tirara, pasaron veloces al lado mío. Sobra decir que no alcancé a detener a ninguno de los dos, pero tampoco creo que lo hubiera logrado. Probablemente me hubiera caído antes de detenerlos, así que fue mejor quedarme ahí, escuchando a Maki ladrar como cuando jugamos juntas. La verdad no me preocupé tanto porque no sonaba enojada y confiaba en que el conejo, al ser salvaje, lograría ganarle a los instintos no tan entrenados de Maki.

            Entonces noté que los ladridos se hacían más fuertes, como si Maki se acercara finalmente. Todo sucedió muy rápido. Primero me incorporé hasta quedar sentada y, en cuanto lo hice, saltó sobre mi regazo aquel conejo. Me pareció casi tan grande como una liebre. Era completamente blanco y casi parecía brillar bajo los últimos rastros de la luz del día, pero lo más sorprendente fueron sus ojos de un azul tan claro que casi parecían blancos también. ¿No se supone que los conejos blancos tienen los ojos rojos? La verdad no lo sé bien, lo buscaré antes de ir a dormir.

            En fin, apenas pudimos cruzar miradas porque Maki apareció de entre el pastizal y se lanzó encima de mí. Me tiró de nuevo, una especie de nube de polvo blanco nos llenó por completo y Maki comenzó a olfatearme con insistencia. Luché un poco con ella hasta que pude sacármela de encima y detenerla del arnés para ponerle bien la correa. Solo entonces pensé de nuevo en el conejo, pero todo lo que vi fue una estela de aquel polvo blancusco, casi mágico y luminoso, que se elevaba por el cielo marcando pequeñas parábolas de saltos. Al final de la estela, vi la luna de nuevo.

            Todavía no me creo lo que pasó, pero te juro que fue real. Lo más sorprendente es que pude ver cómo ese pedacito de la luna que es más oscuro, ese que dicen que es como un conejo, movía las orejas antes de quedarse completamente quieto. Acabo de llegar a casa y no he dejado de ver hacia la luna de nuevo, pero está enorme y brillando como hubiera esperado desde el inicio. Al menos Maki se divirtió un rato y parece que quedó cansada.

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